¿Cuál es la diferencia entre la reflexión de un esteta y la de un filósofo interesado por el arte? Esta es la pregunta de la que parte la profesora Regina Raposo en una interesante aportación en su blog ‘Migajas filosóficas’. Raposo es profesora de Filosofía latinoamericana en la Universidad de Los Andes-Acuanajo, traductora de Badiou, Nancy y Deleuze. Fue ganadora del premio Foucault y del Nacional de Ensayo de Chile.

(c) Derby Museums and Art Gallery; Supplied by The Public Catalogue Foundation

A Philosopher Giving That Lecture on the Orrery in Which a Lamp Is Put in Place of the Sun, de Joseph Wright of Derby, 1764–1766. Óleo sobre lienzo, 147,3 x 203,2 cm, Derby Museums and Art Gallery

Por Regina Raposo

En una ocasión, con motivo de la inauguración de una retrospectiva de Nam June Paik en el Guggenheim de Nueva York,  una periodista preguntó a Arthur Danto por qué no empezó a pensar y a escribir sobre arte antes de 1964. Danto le contestó diciendo que Warhol le enseñó más sobre filsosofía que cualquier otro autor contemporáneo. La respuesta del autor norteamericano revelaba algo que él mismo expresaría en sus escritos: «La pregunta filosófica sobre la naturaleza del arte surgió dentro del arte cuando los artistas insistieron, presionaron contra los límites después de los límites y descubrieron que estos cedían», afirmación que completaba puntualizando que «Una vez que la pregunta ha sido traída a la conciencia en un determinado momento del desarrollo histórico del arte, ha sido alcanzado un nuevo nivel de conciencia filosófica. […] siendo traído a este nivel de la conciencia, el arte no carga con la responsabilidad de su propia definición filosófica» (1997).

A mi entender, Danto es un caso significativo de lo que podemos llamar «filósofo del arte». El filósofo del arte se adentra en el ámbito de lo artístico y en el de la experiencia estética pero siempre para salir. El arte le devuelve a una pregunta filosófica que está fuera del arte mismo. El arte le abre realidades, plantea preguntas o ilustra cuestiones, pero es un terreno que se abandona finalmente para volver al seno de un supuesto pensamiento filosófico.

El esteta, por contra, aun ejerciendo la reflexión filosófica, comienza y permanece siempre dentro del ámbito del arte o de la experiencia estética. Su ejercicio filosófico, diríamos, se produce siempre en los términos del arte. Esto no quiere decir, por supuesto, que un tipo de reflexión sea más legítimo que otro, ni que uno sea más provechoso y el otro menos. Esta distinción no contiene ningún rasgo valorativo. Sería absurdo, teniendo en cuenta además que la estética como disciplina está ella misma inserta en la filosofía, y considerando igualmente que como disciplina moderna fue generada por «filósofos del arte», es decir, por pensadores que mostraron gran interés por lo estético y por lo artístico en un momento de sus vidas. Siguiendo este criterio, no obstante, podríamos hallar la primera separación en Kant y Schiller: Kant ejercería de «filósofo del arte», mientras que Schiller —una vez influido por Kant— se convertiría en el primer «esteta».

En un encuentro reciente con Rancière, tuve la ocasión de preguntarle si él se consideraba «filósofo del arte» o «esteta» y él me contestó de manera lacónica: «l’esthétique n’a pas de portes» (la estética no tiene puertas). ¿Se refería el filósofo francés a que la estética no es una estancia de la que se entra y se sale? No lo creo, teniendo en cuenta que su pensamiento se basa precisamente en que la estética es el tercer régimen de identificación del arte. Es decir, que la estética no es solo una disciplina sino un paradigma de comprensión y disfrute del arte. Entiendo por ello que lo que Rancière pretendía decirme es que «la estética como régimen nos envuelve a todos». Según esto, los filósofos del arte, aquellos que atraviesan el arte para volver al seno ancho de la filosofía, no pueden «atravesar» la estética, no pueden pasar momentáneamente por ella porque ella es su paradigma permanente, como lo es también para los «estetas».

(Semanas después de la publicación de este artículo, Regina Raposo tuvo que renunciar a su plaza en la Universidad de Los Andes-Acuanajo).